martes, 4 de octubre de 2016

¿Qué es un analista?

Andrea Báez


Si esta pregunta no se responde por el lado de la identificación, muy por el contrario si las identificaciones no dicen el ser del sujeto, menos aún dirán el ser del analista y,  si no hay ser del analista, que es entonces un analista?  

Si dirigimos esta pregunta a la enseñanza de Lacan, nos encontramos con distintas respuestas a lo largo de la misma, en La dirección de la cura, por ejemplo pone al analista en el “banquillo”, en el Seminario 11 se pregunta por su deseo , en otros textos nos habla de su lugar que va desde el A al a.

Sin la seguridad de encontrar “la respuesta” trabajamos con mucho  interés  investigando en esos y otros textos que surgieron a partir de nuestro debate.
  1. ¿Qué es un analista en la primera enseñanza de Lacan?
En la Dirección de la cura, bajo la pregunta “¿quién analiza hoy?”, Lacan pone a los analistas de su época en el banquillo de los acusados. 

Piensa al analista desde su acción, su quehacer.

A partir de la observación del trabajo de los post freudianos señala qué tan lejos están del psicoanálisis creado por Freud, calificándolos de antifreudianos. Comenta aquello que se hace en nombre del psicoanálisis sin serlo como la “reeducación emocional del paciente”, reduciendo el mismo al “ejercicio de un poder”.

Afirma que el psicoanalista debe dirigir la cura y no al paciente.

Habla de los tres pagos que debe hacer un analista: su palabra, su persona y su ser, quedando éste fuera de juego, ocupando el lugar que en el bridge se llama “el muerto”, a diferencia de los postfreudianos que curaban por lo que eran logrando así la identificación del paciente al analista. “…está tanto menos seguro de su acción cuanto que en ella está más interesado en su ser”


Sostiene que el analista es absolutamente libre en su interpretación (táctica), menos libre en la transeferencia (estrategia), objeta el uso de la contratransferencia,  y finalmente es menos libre aún en aquello que domina táctica y estrategia: la política, donde el analista debe ubicarse por su carencia de ser más que por su ser.

Graciela Brodsky en su seminario sobre “La dirección de la cura”, aborda el texto preguntándose qué es lo que ha cambiado. Lo primero que advierte es: “la exclusión completa de lo real y  del cuerpo, se pregunta: ¿qué lugar puede tener “rostro cerrado y labios cocidos” en el analista de la época del parletre?”

Graciela sostiene que “efectivamente hay cálculo de cómo actuar con el propio ser”, este puede ser en base al fantasma, al sinthome, al partenaire síntoma, al deseo, al objeto de la pulsión, deja abierta esta pregunta y  comenta algunos testimonios de pase donde el analista actúa, ya no sólo con su palabra, sino realizando una acción con su cuerpo.

  1. Del ser a la ex-sistencia del analista
En La proposición la autorización del analista es el resultado de su análisis, implicando el pasaje de la posición de analizante al analista. Este pasaje implica la caída de la creencia en el SsS, cuando la respuesta a la pregunta “¿Quién soy yo?” se encuentra a nivel del atravesamiento del fantasma. El analista entonces sería aquel que sabe que ningún objeto fantasmático es apto para colmar el vacío que anima su deseo

No obstante, en Aún Lacan dirá que el objeto a es semblante de ser. En este punto cabe preguntarse: si el supuesto real del objeto a no es más que semblante, entonces ¿a qué tipo de real llegaría el análisis? Lacan enuncia una respuesta a partir de Hay del Uno

Este Uno es una invención ante la inexistencia de la relación sexual. El Uno proviene del régimen general del goce, un goce contingente y singular que hace agujero en el Otro. Así la función del analista no sabría reducirse al deser del objeto a. Él ha llevado su análisis hasta sus últimas consecuencias en cuanto a su singularidad, hacia la constatación del Uno y la inexistencia del Otro. 

  1. El analista en la Escuela
Coherentemente con la noción de saber que propone Lacan para el inconsciente, es decir, como saber no sabido en donde “lo no sabido se ordena como el marco del saber”, la Escuela se propone como el lugar donde este puede inscribirse como efecto para aquel que está en relación con la Causa. Relación que se despliega en soledad subjetiva.

Sin embargo es aquí donde interviene un deseo, ya que el sujeto supuesto saber no va de suyo. Según plantea Lacan en la “Proposición…”, haciendo una pequeña apología de Cantor, surge esa interpretación princeps – el SsS- como marco de lo interpretable, a causa de un deseo -decimos aquí, el del analista-. De modo tal que la escuela aloja ese deseo, en tanto da cuenta de la posición singular que cada analista tiene respecto de la causa psicoanalítica.

  1. El analista en la Institución educativa.
Acorde con el desafío que plantea Pierre-Gilles Gueguén: “(…) La dimensión clínica y la dimensión epistémica del psicoanálisis confluirán hacia una afirmación política del lugar del psicoanálisis como discurso específico (…) pero ni dependiente de los otros ni elitista”, cabe pensar en torno a cómo y cuándo ocupar una posición analítica en una Institución Educativa Estatal.
En una institución educativa se persigue la adquisición progresiva de conocimientos y habilidades predefinidos en el curriculum, lo cual
 dista de una comunidad animada por la transferencia de trabajo que llama a exponer los puntos de no saber como motor de formación de cada uno y avance de la Escuela.
La relación al saber que mueve estas dos lógicas colectivas es diametralmente opuesta, no obstante puedo afirmar que alguien que ocupe la posición analítica podrá contribuir a la institución con las interrogaciones que haga. Ante las ineludibles emergencias de lo que no anda, de aquello que rebasa las regulaciones simbólicas, el estar en una posición interrogadora en vez que sancionadora, da lugar a que el otro hable de aquello que del entramado institucional lo excede; de esta manera se pone en acto la operatoria del concepto de inconsciente por la cual en lo imprevisto se devela ese saber que el sujeto desconoce pero que le determina. 

Por el lado del como responder desde una posición analítica a ese decir, cabe resaltar que el abstenerse de la pugna dual inherente a toda relación imaginaria, podrá abrir el acceso a enfrentar la propia manera de subjetivar el trabajo.

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