martes, 18 de octubre de 2016

Partenaire-Escuela

María José Figueroa

La pregunta por qué una Escuela motivó la formación de un cartel fulgurante, es decir causó. Mi apuesta es, que una posible respuesta a la pregunta se puede encontrar vía la singularidad de cada uno como cartelizante, de cada uno de los participantes de este Movimiento hacia la NEL, cada uno desde su rasgo. Entonces, ¿por qué una Escuela para cada uno de nosotros?, ¿qué lugar tiene la Escuela en la economía libidinal de cada analista?, ¿Qué de la Escuela es lo que causa?

Lacan funda en 1964 la Escuela “en su esfuerzo por renovar los fundamentos y la práctica del Psicoanálisis[1], Gerardo Arenas, en su libro Sobre la tumba de Freud, denomina este acto como la “solución Lacan”, que da respuesta a la freudiana “la solución IPA”, en la que la salida del análisis se producía por una identificación con el analista.  La solución lacaniana se aleja de esto y plantea profundas transformaciones al dispositivo analítico. Lacan introduce el Pase como el dispositivo “que evalúa el final de análisis y la calificación del analista[2], además del pequeño grupo como un modo de lazo en ella articulado a la función del más uno, que opera a partir de un deseo decidido. Me parece que en cada uno de estos dispositivos se trata de preservar el no-todo, el lugar del vacío, de la falta del saber, del significante de la falta en el Otro, de la singularidad y es precisamente eso lo que a mí me causa, en el sentido de provocar un deseo. De ahí que más allá de la historia y el contexto de la formación de la Escuela – que es absolutamente relevante – me interesa abordar la relación de los analistas –   de los miembros o adherentes – con la Escuela, pensar la Escuela en el lugar de la causa para los analistas, pensarla como el partenaire-síntoma, es decir, como la pareja con la cual jugamos la partida.


¿Por qué una Escuela?

Patrick Monribot responde a una pegunta similar señalando que es necesario inscribir la formación en un vínculo social reconocido. Ahora bien, cabe preguntarse qué forma adquirirá ese vínculo, de qué manera se produce y qué está en el centro de él.  Alrededor de este punto gira una de las principales diferencias de Lacan con la Internacional. Para Lacan no se trata ni de una identificación vertical al líder, ni de una identificación horizontal que cohesione y homogenice al estilo del “para todos lo mismo”, ya que esta modalidad de lazo al otro puede generar una pérdida de la subjetividad, de la singularidad, que es la que el discurso analítico intenta preservar. Entonces en la Escuela no se trataría de una cohesión grupal, donde todos están al mismo nivel, no se trata de la homogeneidad, se trata de respetar la singularidad de cada sujeto, se trata de cómo cada uno desde su singularidad responde a lo que lo causa de la Escuela, al deseo y al goce que se pone en juego ahí. Como plantea Monribot el punto crucial es saber que cada uno está sólo en la relación con lo que lo causa, para cada uno el modo de entrar en la Escuela se funda sobre la soledad, no se trata de una identificación, no se trata de una práctica estandarizada, ni ritualizada donde el saber ya está definido, es decir, no se trata de un saber hacer en el sentido de lo que plantea Miller en La teoría del partenaire.

Cada uno tendrá que inventar la relación con la Escuela “en una relación sintomática. La Escuela es una pareja-síntoma… es un modo de funcionamiento…nuestra libido está implicada para hacer existir la Escuela[3]. No hay recetas para la relación que cada analista tenga con la Escuela, la relación es sintomática y puede convertirse en un modo de funcionamiento para cada uno; pero no para todos igual, un modo de saber hacer ahí en compañía con otros.

Lo interesante de pensar la Escuela como la pareja-síntoma es que posibilita un “saber hacer ahí[4], no en el sentido de una técnica o estandarización al estilo de “para todos igual”, sino en el sentido de lo que tiene lugar en lo imprevisible, en lo que se escapa, una invención, se trata del nivel del uso “allí donde el saber desfallece[5], allí donde no hay manuales ni técnicas que vengan a normar el qué es un analista, alli donde cada uno tendrá que arreglárselas con la propia formación y con lo que es sintomático de cada uno,  allí donde se puede autorizar de sí mismo, pero también autorizar a otros sin olvidar que la Escuela – o el grupo de analistas –, en palabras de Lacan, “ha de velar, es que al autorizarse por sí mismo no haya sino analista (…) autorizarse no es auto-ri(tuali)zarse[6], allí donde todo el tiempo se trata de una invención, eso es lo que posibilita la Escuela.



[1] Las Escuelas, Presentación. Extraído de http://www.wapol.org/es/las_escuelas/Template.asp
[2] Ibíd
[3] Monribot, P. “Escuela y Pase ¿Por qué una Escuela Lacaniana de Psicoanálisis?”, en ¿Cómo se forman los analistas?, Grama, Bs. As., 2012, pág. 82.
[4] Miller, J. “Teoría del partenaire" en Revista Lacaniana N° 19, Grama, Bs. As., (2015), pág. 78.
[5] Ibíd
[6] Lacan, J. “Nota Italiana” en www.eol.org.ar

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