martes, 4 de octubre de 2016

Esculpiendo un analista

Edith Beraja

Estamos participando de un movimiento de transformación de una Comunidad Analítica en una Escuela. Es un proceso que se ha ido dando paulatinamente, casi imperceptiblemente, con el trabajo de cada uno, uno por uno y una causa común, el psicoanálisis de orientación Lacaniana. Hace dos o tres años, probablemente la idea de formar una escuela era algo que se veía muy lejos en el horizonte o ni siquiera se pensaba como una posibilidad. De pronto algo ocurrió que nos autorizamos a creer que era posible y que ya era el momento. Nos autorizamos y nos autorizaron. 

Pero, qué diferencia hay entre una Comunidad Analítica y una Escuela? Miller, en El Concepto de Escuela dice: “El concepto clásico de sociedad analítica está fundado en la creencia en la identidad del analista. La Escuela, en el concepto de Lacan, está fundada de modo opuesto. Está fundada, voy a decirlo así, en la no identidad del psicoanalista. Su carta de identidad se ha perdido. El concepto de Escuela de Lacan supone que no hay concepto del analista, que no hay el significante del analista”.


Me pregunto,  qué es un analista y cómo transformarse en uno si el significante analista no existe, no hay.  No existe el universal del analista. Lo que si hay son analistas y hay que tomarlos uno por uno. Miller, en la Conferencia a los Estudiantes de Psicología, plantea que el principio: “El analista se autoriza a sí mismo, no vale para cualquier persona. Lacan formula ese principio en el marco de su Escuela, diciendo: ese principio está escrito en el frontón de mi Escuela. Es decir que era necesario ser miembro de la Escuela de manera que ese principio tuviera su valor y era ésta la que debía garantizar la relación del analista con su formación”.


Es decir que la formación de un analista es singular, cada analista realiza el recorrido de su formación en forma individual pero no sin el lazo al otro. Con el otro, en comunidad analítica.

La formación de un analista está basada en tres pilares: la lectura de textos, el control de la práctica y el análisis del practicante. Sin embargo pienso que ninguno de los dos primeros es suficiente si no existe el último. No alcanza con practicar el psicoanálisis o ser un lector de literatura psicoanalítica si no se es analizante.

Tal como lo plantea Miller en El Concepto de Escuela, para Lacan, “Ser analista no es tanto una profesión como cierto estado del sujeto en relación con su goce. Eso es lo que se debe controlar al final del análisis; que se ha logrado una cierta modificación subjetiva que hace de uno un analista”.

Esta modificación es el producto nunca acabado de un trabajo delicado y minucioso que lleva mucho tiempo y requiere de un deseo decidido y de preguntarse permanente por el propio goce.

Imagino a un analista como una obra de arte, como una escultura y a la vez como un escultor, un escultor que trabaja en soledad pero que no está solo, está inmerso en la cultura. Es-cultura.

Los escultores trabajan con materiales más o menos duros como: mármol, piedra, metal, vidrio o madera. Son todos diferentes, incluso dos trozos de piedra o de madera no son iguales. Para ellos, el material que van a trabajar tiene vida y con él establecen una relación.

Ambos están orientados por un deseo, que es el eje esencial del trabajo que realizan y libres de prejuicios y dejando caer los ideales, tanto el escultor como el analista, se encuentran frente al  vacío y a un enigma a descifrar.

Miguel Ángel se preguntaba: Cómo hacer una escultura? Y su respuesta era: “Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario. Cada bloque  de piedra tiene una estructura en su interior y la labor de un escultor es descubrirla”. 

No es un trabajo cómodo, se realiza en soledad, comenzando lentamente conociendo el material y relacionándose con él.

Los materiales tienen vetas que no se ven a simple vista, el buen escultor es el que sabe encontrar la veta y localizar su singularidad para tallar con su cincel.

Posteriormente, con la ayuda de pequeños cortes, podrá ir perturbando las defensas que el mismo material impone.

Muchas veces la veta desaparece y da la impresión que el trabajo no avanza, que se detiene, sin embargo el escultor sigue buscando hasta encontrar otra veta que lo oriente en su búsqueda y así continuar, en el vacío, pacientemente, realizando un trabajo de reducción hasta hacer emerger su obra que es única, singular y que tendrá forma y vida propia.


“Esculpir” es el arte de crear formas. Pienso: el analista desde una posición sin forma, es  un creador de formas. Un Es- cultor.

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